13 diciembre 2021

Restos de corcho.


No soy una persona exigente en exceso, por poner un ejemplo, con el vino que tomo en ocasiones.

Me basta con que cumpla dos requisitos; el primero es que sea agradable al paladar, y para eso no hace falta que sea muy caro, ni pertenezca a una cosecha excelente. El segundo es que no contenga fragmentos de vidrio, por razones obvias, aunque puedo tolerar algún resto de corcho.

La reacción natural es expulsar de inmediato esas impurezas, es un acto reflejo inevitable, común ante otras situaciones.



Me ocurre lo mismo con el cine y la música, tengo mis preferencias, y puedes perfectamente no compartirlas. No soy cinéfilo, y se me hace insoportable tragarme una película en versión original, por muy sueco que sea el director, aunque alguna he soportado en audio latino.

Las canciones en catalán hacen saltar mi dedo como un resorte hacia el botón de cambio de emisora, a velocidad terminal. El efecto se produce también con el reguetton.



La televisión de mi casa, si no fuese por el resto de la familia, sería un mero monitor de contenidos a la carta. No se cuantos canales hay disponibles actualmente en la TDT, pero me resultan casi todos insultantes, o insoportables.

Los anuncios tampoco colaboran, y ahora que estamos en Navidad, la cosa se pone seria.

Una conocida empresa de embutidos ha sacado un spot, que incluso me han enviado por mensajería en varias ocasiones, y que me parece estupendo, salvo por el hecho de que lo protagoniza un actor vasco, sospecho que rojo por ser actor y otras virtudes por vasco.

Puede que me equivoque, o que la sensibilidad de mi detector de publicidad subliminal esté demasiado alta.

Tampoco me pasa inadvertido un precioso anuncio de una cadena, que invita a una fiesta uno por uno a todos los colectivos, excluyendo, por supuesto, a los católicos, al sustituir a los Reyes Magos por unas reinonas trans, ¡¿como no?!



No se si éste año, el Grinch rojo conseguirá suspender cautelarmente los comerciales de juguetes, o sólo de los que ellos consideren inapropiados u ofensivos.

Igual nos libramos de los anuncios de pelotas y muñecas, y ocupan su espacio, saltando a la pantalla productos de tuppersex en horario infantil.

Ya no me sorprende nada.



Si John Logie Baird pudiese ver en lo que ha degenerado su invento, y las consecuencias de una exposición prolongada, seguramente se hubiera comido su patente.

¿Un poco de vino para acompañar?


 

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