El refranero, que es muy sabio, dice que cuando un tonto coje un camino, el camino se acaba y el tonto sigue.
Tras la muerte de Franco, España asumió la Monarquía y la Democracia como única solución viable.
En aquellos tiempos no andábamos sobrados de experiencia, ni de medios, y Suárez hizo lo que pudo.
Un González con chaqueta de pana y camisa de cuadros guió al rebaño por el camino de la izquierda, tras cuarenta años de caminar por la derecha, y sin saber distinguir la libertad del libertinaje.
La corrupción no tardó en contaminar al poder, y empezaron los escándalos, y las ruinas, como la que Zapatero se negó a ver y que terminó atropellándonos a todos.
Así pasamos de los trajes de Camps, a los ERE de Andalucía, o a los pactos del Majestic, que es donde se inició este fuego, en manos de Aznar, que aquí hay para todos.
Ascendimos de un Gobierno corrupto a una mafia gubernamental organizada.
Rajoy despilfarró la última mayoría absoluta, haciendo el gallego, poniendo como freno un 155 al que olvidó tensar el cable.
Y se le (o se nos) subieron a las barbas todos los demonios contenidos del país, además de su verdugo y futuro sicario de España.
A día de hoy, la desvergüenza rastrera de Sánchez ha vuelto a subir el nivel, y a los ojos del mundo hemos progresado, de estar gobernados por mafiosos gubernamentales, a serlo por una organización terrorista institucional.
La foto del inicio es la votación para ilegalizar éstos partidos que pretender dilapidar España, y en la que todos votaron en contra, excepto los de siempre.
El camino acabó hace mucho, pero nosotros seguimos votando a los mismos.
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