25 julio 2021

Insumiso asintomático.

 



Siempre me he sentido seguro, protegido y afortunado poseedor de un amplio abanico de posibilidades a la espera de ser tomadas.

Próximo a cumplir medio siglo, la vida revela a tus ojos algunos de sus secretos, unos mediante la experiencia, otros grabados a fuego y alguno que se yergue ante ti para demostrarte con sarcasmo el volumen del engaño que has de digerir.

Nada hay que padecer, cuando se actúa con nobleza y convencido de haber hecho lo correcto, ni sentirte responsable de la maldad ajena.

Convencido estaba de que gobernara quien lo hiciera, siempre se impondría el sentido común, y la protección al ciudadano.

Nada más lejos de la realidad, un ejército de majaderos se empeñan en destruir la historia, la cultura, la familia, la religión, los valores, la propia Nación, la economía, las fronteras, los pantanos y lo que se les ponga delante.

El ciudadano sólo es considerado un esclavo fiscal, avasallado a impuestos, engañado y maltratado por sistema.

Esperaba que la Justicia obrara con independencia, que fuese igual para todos y protegiese al débil ante el poderoso.

Tampoco acerté ni una.

Confiaba en que el proyecto de una Europa unida fuera el refuerzo y apoyo de todos sus hijos, la defensa de una cultura y la unificación del continente.

Parecen tener otras agendas que imponer ante Dios sabe qué poderes. 

Los majaderos del Gobierno la han tomado por el tío Gilito, pidiendo cual mendigos e hipotecándonos de por vida, aceptando cada una de sus imposiciones mientras llenen sus bolsillos.

Pobre de mí, las veces que he vitoreado al monarca, considerando su figura el adalid garante de la unidad de España, inconsciente de que su único espacio, es media hora en Navidad.

¿Qué puede hacer el Ejército con tal Capitán al mando?

La fe ha sido olvidada, en la misma medida que la iglesia se olvidó de predicar con el ejemplo. La corrupción extendida ha traído un Papa impío y los Obispos enarbolan banderas nacionalistas.

Sindicatos y patronal son tan irrelevantes que ni merecen mención.

Así pues, sin Dios, ni Patria, ni Ley, ni Rey, triturados como el grano, el honor y los derechos, bajo piedra de molino.

No hay más respuesta que el pueblo, y es mirar hacia la grada, y saber que la puntilla se oculta tras ese capote, y todos pagamos entrada.


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